En mi casa, mis dedos porcinos me impiden hacer casi ninguna manualidad. Sin embargo mi marido, que es un artista sin explotar, les ha hecho un montón de juguetes a los niños.
Os enseño algunas de sus obras:
Naves espaciales para los Playmobil, con sus iniciales
Un armario para la Nancy, que ya lo quisiera yo para mi… (porque esta muñecaja, ¡tiene más vestidos que yo!)
La joya de la corona, es un castillo medieval para los caballeros y princesas de nuestros enanos, que les gusta especialmente, ahora está proyectando un palacio de princesas para la mayor:
Y todo esto en un taller improvisado en una chiqui-terraza que tenemos en casa (antes lo hacía en la cocina, ejem…)
Esto es una pequeña muestra de lo que mi marido es capaz de hacer. Porque puede: trabajar fuera de casa, bañar a los niños, vaciar lavavajillas, levantarse cuatro veces por las noches (oye a los niños antes que yo), hacer desayunos, comidas, cenas y recoger la cocina, cambiar pañales y bañar en serie que da gusto… Pocas veces le he visto dejar de sonreír. Además tiene tiempo de atender mis habituales despistes:
Yo: «¿y mis gafas?»
El: «mira en la entrada, creo que están encima del mueble»
Y así hasta infinito…
Muchas veces me preguntan: ¿Cómo puedes?, o yo me pregunto: ¿Cómo puedo seguir siendo la misma?… y la respuesta, es muy sencilla: ¡GRACIAS A MI MARIDO!
Sirva este post de homenaje.