El espíritu de Heidi es una sensación de felicidad absoluta, como esa niña que a pesar de su orfandad, un abuelo gruñón y un curro de 6:00 a 20:00 h en los Alpes (¡con buena rasca!), sonríe, es feliz, está contentísima y ríe y ríe en ese columpio que cuelga desde el mismísimo cielo… ese espíritu me invade en esa hora de compra (importante: cuando voy sola, con los niños me invade otro espíritu).
¡Qué momentazo! mi C4 Picasso me parece un Ferrari. Tengo una hora para comprar corriendo, pero me encanta.
Me subo a mi coche, quito el CD del Cantajuego, pongo un disco de los míos (ayer por la tarde Bruno Mars) y ¡rumbo al paraíso!
Y si no tengo un euro (ni cincuenta céntimos) para el carrito ¡no pasa nada! ¡yolorolorojiju!
Y si una señora me quita el último ejemplar de bolsas de basura con autocierre y me las llevo sin autocierre… ¡yolorolorojiju!
Y si mientras voy con mi carro, pensando en mis cosas, me atropellan el pie y me despellejan el talón…¡yolorolorojiju!
Y si la cajera me dice: «esta caja está cerrada» y entonces hay que dar marcha atrás con movimientos espasmódicos, propios de quien mueve toneladas de comida, leche, pañales…¡yolorolorojiju!
Y si coloco la compra, la meto en bolsas, las vuelvo a meter en el carro y misteriosamente el papel higiénico y una caja de leche ¡no caben! y el rumano de la puerta me ofrece su ayuda y yo le digo: «no gracias, puedo sola, no se preocupe«…¡yolorolorojiju!
Y si yendo hacía el coche, las galletas caen justo delante de las ruedas del carro y, al no poder reaccionar a tiempo, las arraso y las dejo como base de tarta de queso, y poco más…¡yolorolorojiju!
Y si cuando llego a casa no hay parking en la puerta y entonces:
1) Aparco en vado
2) Bajo los 5.000 kg. de compra a la acera
3) Llevo la compra al portal
4) Meto la compra en el ascensor
5) Llamo a mi marido al móvil: «la compra va en el ascensor, sal a buscarla»
6) El vecino del primero: «¿esto qué es?» «Es mi compra, ¡no la toques!» (pero… ¡quién coge el ascensor en un primero!)
¡YOLOROLOJIJU!
No pasa nada. Sonrisa, cara alegre, felicidad total… es una hora que me encanta, que disfruto. Y como broche final, mientras coloco la compra, en mi cerebro resuena esta canción:
«Mochimó tiitana, onamocotá achitanaaa, matéeeee de goda ummmm, oh oh, gona si namateré curú…» (Perdonad mi japonés, pero pierde mucho con el teclado occidental)