¡Qué delicia! ¡me encantan las croquetas! pero su elaboración suele suponer una pequeña pesadilla, que he vivido esta misma tarde, sin ir más lejos.
Las croquetas son un plato estupendo, que te ayudan a reciclar (pollo, por ejemplo), que además se pueden hacer de muchos sabores (pescado, cocido, pollo, jamón) y a los niños les encanta. La masa es relativamente sencilla, yo no uso mantequilla, uso aceite; frío la harina y luego voy echando la leche (antes de la leche, echo un poco de caldo, queda riquísima). Llevo días con la masa en la hecha en la nevera, y prometiendo a los niños: «esta noche cenamos croquetas«. Hoy ha sido el día de «envolver» las croquetas, y aquí empieza la pesadilla que os comentaba:
Cuando decido hacer croquetas es un camino de no retorno. Con esto quiero decir que, una vez iniciado el proceso, no es posible la marcha atrás. Por eso les digo a los niños que se pongan el pijama y, cuando estén, les pongo dibujos. Mientras saco un bol para el huevo batido, un plato para el pan rallado y la masa de croquetas. Empiezo cogiendo masa con una cuchara, haciendo una bolita, poniendo las bolitas en el huevo y finalmente haciendo forma de croqueta sobre el pan rallado. Con las manos todas pringosas, empiezan los gritos de ayuda para la puesta del pijama. Salgo con las manos llenas de trozos de pan rallado y huevo, que se van desmenuzando por el suelo mientras digo: «¡no puedo ayudar, estoy con las croquetas! ¡cuando terminéis os pongo una capítulo de Tortugas Ninja!» (necesitan algún aliciente).
La encimera está guarra no, lo siguiente. Voy dejando rastro por donde quiera que toco: freidora, bote del pan rallado, trapo… Y llega un momento de crisis que necesita de intervención maternal, si pretendo que haya un mínimo de paz en casa. Me lavo las manos y voy a poner orden. Y cuando llevo cinco minutos sin dedicarme a mis croquetas, me doy cuenta que me he dejado una tanda de croquetas en el aceite. Voy corriendo, las saco, pero no apago la freidora (que hoy he descubierto que si se queda encendida, se va regulando la temperatura y no sale ardiendo).
Cuando se acaba el capítulo de Tortugas Ninja, vienen los enanos hambrientos, y aunque no he terminado, empiezan a comer croquetas. Como están calientes hay un momento complicado: «¡¡quemaaaaaaaaaaannnnnn!!» «claro hijo, que acabo de sacar esa tanda, ¡sopla!«. A pesar de las lenguas ardiendo, se comen una buena cantidad cada uno y termino por fin de hacer las malditas croquetas.
Tengo que decir, que mientras escribo estas líneas, voy dejando huellas aceitosillas en el teclado, porque ahora mismo yo, también estoy comiendo croquetas. Las pesadillas con pan son menos 😉
Jajajaja, te estoy imaginando y tienes toda la razón, las croquetas son un camino sin retorno pero están de buenas!!! Yo soy incapaz de que me salgan decentes, cuando no están blandengues, se me queman o algo las pasa así que e decidido reservarme para cuando las hacen mi madre o mi suegra 😜
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