Nos gusta ir juntos a merendar los domingos; Cola-cao, churros, un bollito… «Muy divertido«, sobro todo por la tranquilidad que se respira, que os podéis imaginar que es de anuncio de cereales de desayuno, todos sonreímos y nos reímos de las ocurrencias de unos y otros, mientras disfrutamos de nuestra merienda sin mancharnos…
Jajajaja, ¡qué no! que son un poco estresantes. Razones:
– En la cafetería las mesas son bastante pequeñas, sólo podemos ocupar una y con cinco sillas nos codeamos todo el rato.
– A los niños les encanta el Cola-Cao, y esos sobres horribles se abren de pena y el polvillo se impregna en los abrigos, pantalones, faldas… y si lo intentas sacudir, no os quiero contar lo que pasa…¡es asqueroso!
– Es fácil que derramemos alguna gota que otra, y esa porquería que en las cafeterías llaman servilletas, no sirven para nada. Se cae el Cola-cao y sacas unas 100, que se empapan en medio segundo, dejando un rastro considerable en la mesa, que ya la limpian los enanos con las mangas…
– Nos encantan los churros, pero ya nos gustan menos las manitas llenas de aceite que nos obligan a hacer la cobra a los niños, para que no queden impregnadas en las mangas, junto al Cola-cao…
Y os preguntaréis el porqué de mantener esta tradición, que nos genera estos «estreses«… Pues muy fácil: la primera vez que fuimos de merendola, llegué a casa histérica por los manchurrones, las mesas llenas de café y otros tantos aspectos de las meriendas con niños. En las posteriores me tomo todas estas tonterías a chufla y les dejo a los niños echarse el Cola-Cao, y chupar los polvillos del plato con los dedos, y mancharse y mancharnos de aceite; y al final sí que acabamos sonriendo como en los anuncios de cereales, porque sé que llegará un día en que preferirán ir con sus amigos y ese día, echaré de menos nuestras meriendas de los domingos.