¡En buena hora se me ocurrió comprar a los niños unos relojes! No sé de qué me quejo, porque es culpa mía. Yo cogí en Carrefour, con los puntos Star Wars, esos relojes digitales de BB-8 y del soldado imperial/clon o no sé qué…
Pues los relojes en cuestión, no sólo han alimentado el «frikismo» de mis hijos, sino que les ha convertido en una carta de ajuste andante, no paran de darme buena cuenta del momento exacto del día en el que nos encontramos:
- “Mamá, son las tres y treinta y seis”
- “Ah, muy bien hijo”
- “¡Ya son y treinta y siete!”
- “Muy bien, ¿por qué no recoges tus juguetes?”
- “¿A qué hora? ¿A y treinta y ocho?”
Ahora se interesan por el horario: “mamá ¿a qué hora cenamos?” y si quedan quince minutos, ahí tengo al nene diciéndome la hora hasta que llegue el momento de cenar. Y esos minutos se hacen muy largos con un enano que te persigue diciéndote la hora cada minuto. Y hacen cálculos: “mamá, ¡quedan diez minutos, vamos a llegar tarde!” (bueno, por lo menos los relojes les están fomentando el cálculo mental y la puntualidad, cosa que considero positiva, no sea que sean tan poco objetivos con el tiempo como su madre).
Alguna vez se me ha pasado por la cabeza un pensamiento fugaz, en el que agarro el relojito y lo lanzo hacia la luna. Y en voz alta se me ha escapado un ¡maldita la hora! (nunca mejor dicho)
Tal es el hartazgo que he demostrado hacia el reloj, que mi hijo mayor me dijo: “mamá, tranquila que ya no te voy a decir la hora todo el rato, sólo cuando tú me lo preguntes” Como podéis imaginar, yo no pregunté ni una sola vez, y mi hijo me miraba nervioso, y miraba su reloj, y me suplicaba con la mirada que le preguntara la hora… “mamá ¿quieres saber la hora?” Tuve que contestar que sí, para reducir su nivel de ansiedad.
Ahora tengo al pequeño diciéndome la hora cada 2-3 minutos, y al mayor preguntándome si quiero saber la hora cada 2-3 minutos. 😉
Parece que poco a poco se les pasa la novedad, a ver si pasamos del ¡en buena hora! al ¡enhorabuena!
¡A disfrutar del fin de semana!