Aunque me cuesta demostrar mi humanidad. Y es que me encuentro muchas veces ante el famoso «tick de reCAPTCHA»:

Y pruebas de humanidad del tipo: busca la imagen que contenga barcos o semáforos… Y cuestan, porque no aparece ni un barco tal cual ni un semáforo completo, se ven cargueros de lejos, o trozos de semáforo dispersos en las fotos, la proa de una lancha motora y otras imágenes que generan serias dudas. De hecho, con los barcos y los semáforos no acerté y tuve que buscar escaleras, puentes… ¡en fin, que errar es de humanos, reCAPTCHA debería dejarte pasar si la cagas!.

A veces te ponen letras y números distorsionados o tachados que, en muchas ocasiones, te llevan a pensar que un poco robot sí que eres.
Pero los que me han vuelto loca de remate e incluso me han llevado a pensar que tal vez yo creo que soy humana pero he vivido todos estos años engañada y soy un androide, han sido unos reCAPTCHA con los que me encontré el otro día en la página web de la Seguridad Social: 3+3 y yo, que hasta entonces pensaba que tenía alma, ponía 3+3. Y nada, seguía mostrando sumas variadas que yo volvía a copiar cual autómata, hasta que me di cuenta de que lo que había que poner era el resultado de la suma.
En otra ocasión, también en la Seguridad Social, me enfrenté a esta prueba no apta para replicantes: gato – perro – casa – abuela y después de esta serie de palabras ponía: araña. Pero, ¿esto qué es? ¿hay que seguir la serie? me parecía una prueba de esas que te ponen en los test de inteligencia o los psicotécnicos, donde tenía que continuar una serie comenzando por un arácnido, ¿tal vez araña-mosquito-hogar-abuelo?. Dos minutos pensando, sudor frío, intento levantarme la piel para ver los circuitos que han sustituido a mis venas… Cambia la pregunta: azul – perro – casa – gato y debajo pone: color. ¡¡Ahhhhhhh, claaaaroooooo!! ¡¡Ahora lo pillo!!
Y parte de la culpa la tiene interactuar con máquinas durante la jornada laboral y no con seres humanos. El otro día estaba la Conga limpiando la casa y cuando entró en el salón, donde yo estaba trabajando, me levanté de mi silla y dije en alto: «Pero… ¿a quién tenemos aquí?» no contestó, se fue a su base, es un robot.
Estuve a punto de decirle: gato – perro – casa – abuela… ¿araña? Pero me dio miedo que la ‘jodía’ Conga, que limpia mejor que yo, contestase: ¡¡GATO!!
¡Es V-I-E-R-N-E-S! (de vacaciones para algunos privilegiados) pongamos Conga de Gloria Estefan y Miami Sound Machine para celebrarlo (especialmente dedicada a mi robot favorito); o podéis escuchar la entrevista a Miguel Milá en la Habitación 127 del Hotel Jorge Juan (Descubrir la esencia del diseño (y de la vida)); podéis comprobar si sois humanos leyendo «Prohibido nacer» de Trevor Noah o yendo al Teatro Bellas Artes de Madrid a ver: «Señora de rojo sobre fondo gris» (si reís con el primero y lloráis con la segunda, sois de la raza adecuada).