Todas las madres

Cuando la frase empieza así: “mamá, todas las madres de los de mi clase…” (también válido en versión papá) tu ya no oyes mas, porque estás buceando en tu mente, pensando: claro, es que yo no hago caso, trabajo mucho, no llego al cole, no puedo hacer lo que hacen todas las madres (sea lo que fuere).

Y no es un pensamiento objetivo, porque estamos un poco todas/todos por el estilo, sacando tiempo debajo de las piedras y haciendo lo que podemos. No es posible que todas, excepto tu, hayan hecho algo… pero tu hijo parece pensar que eres la única que no cumple, y está tristón reclamando atención por tu parte.

Pues dije que sí, que lo haría, y os esteréis preguntando a qué accedí… pues a ir a hablar de mi profesión, a niños de tercero de infantil.

logo-vector-agencia-tributariaY fue una cagada, por muchos motivos. El principal es que me dedicaba entonces al fiscal, y no es el trabajo soñado ni atrayente para niños de cuatro o cinco años (vamos, que como alguno me diga que de mayor quiere ser asesor tributario, me quedo “muerta matá”). Además hay que competir con padres y madres con trabajos molones como médico, militar, pilotos y hasta un cantante (ya sabéis que mi hija mayor intentó en su día que fuese a hablar de mi profesión, esa vez no piqué).

Como dije que iba, y mi hijo ya había advertido a medio colegio del speech sobre mi profesión, me plantee dos opciones:

IMG_20171205_185336_128OPCIÓN A: en forma de cuento relatarles que hay un hombre malo, que se llama Montoro, que se lleva el dinero de los habitantes de un país (los contribuyentes). Pero ahí estaba yo, como una súper-heroína (algo así como supertaxwoman) para decir: “atrás villano, la cantidad que te quieres llevar está por verse” Y tenía poderes como un rayo deductor, un bolsillo lleno de bonificaciones… cualquier cosa que neutralice al malo, malísimo de Montoro.

OPCIÓN B: yo explicaba a los niños, de manera simplificada, qué son los impuestos y lo que se hace con el dinero que recauda la Agencia Tributaria: hospitales, carreteras, servicios públicos en general. Y mi trabajo consistía en recaudar de mi empresa (una Universidad por aquellos entonces) la cantidad que nos toca justamente aportar, para contribuir al Estado de Bienestar.

La cagué, escogí la opción B. Cuando entré por la puerta, todo estaba en orden. La profesora había puesto a los niños sentados en el suelo, y me colocó una silla de las pequeñas (para tener mejor contacto visual). Me presentó y… ¡se fue! Ahí quedé sola ante el peligro y, como os podéis figurar, la tranquilidad duró aproximadamente un segundo (o incluso alguna décima menos…)

Llevé una caja con unas pulseritas de merchandising que me dieron en Marketing, y un enano no hacía mas que cotillear e intentar abrir la caja, y mi bolso de paso. Mi hijo se puso a mi lado, orgulloso el, y defendía mis pertenencias del abusón.

Mi discurso se vio tremendamente mermado y creo que sólo atendió una niña, que fue la única que se mantuvo en su sitio, con cara asustada.

Les di las pulseras, y eso fue lo único que captó su atención, aunque también generó conflicto porque todos querían ir primeros.

La profesora se acercó a la puerta y desde fuera me levantó un dedo modo de like, para saber qué tal iba todo. Yo hice el gesto contrario (modo César que no perdona la vida al gladiador) porque necesitaba asistencia profesional, para restaurar el orden en la sala. Fue entrar la profesora por la puerta, y todos se tranquilizaron y volvieron a su sitio, como si no hubieran roto un plato. ¡Qué admiración sentí por esa mujer! ¡Qué control de la situación!

Os puedo decir que no se enteraron absolutamente de nada. En el chat de madres alguna dijo: “a mi hijo le ha encantado tu charla, ¿no sabía yo que eras profesora?” (¡y yo tampoco! 😉 )

¡Feliz puente!

PD: ¿qué os parecen las supertaxwoman que han hecho mis hijos? (foto destacada y foto del blog, ¡geniales!)

Tostador para padres

Sí, existe un tostador para padres/madres y en nuestra familia lo hemos comprado, de manera inconsciente, porque jubilamos a nuestro tostador de 12 años por uno nuevo, barato y que acepta trozos de pan grandes.

Mas que el tostador en si, es una función “mágica” que posee, y que parece pensada por y para progenitores que deciden desayunar con sus hijos.

Los fines de semana, nos gusta aprovechar para desayunar todos juntos. Antes de empezar, mi marido y yo nos empeñamos en poner sobre la mesa todo aquello que reduzca las posibles contingencias con las que nos podemos encontrar:

Sacamos el Nesquik, la leche, los zumos, los cereales, cinco platos, cinco cucharas, cinco cuchillos para untar, 10 cucharillas (dos para cada uno: para la mermelada una, y para remover la leche otra) servilletero, vasos para agua/zumo, tazas para la leche…

Todas las posibles exigencias culinarias de unos y de otros: pan para tostadas, molletes, magdalenas, bizcocho casero, bizcocho del comprado (aunque prefieren el de casa), galletas normales, galletas integrales (que nunca se comen), mermelada, tomate batido, jamón serrano, aceite, mantequilla…

Pensaréis que nos pasamos pero, como decía el doctor Sánchez Ocaña, más vale prevenir

Bueno, pues muy a pesar de que en la mesa no quepa ya ni el aire, muy a pesar de pensar y repensar las posibilidades que a nuestros retoños se les puedan ocurrir, muy a pesar de poner a su disposición todo lo habido y por haber, muy a pesar de nuestros esfuerzos… nos tiramos los desayunos de pie, cogiendo cosas a las que no alcanzan, o sacando algún imposible de la nevera, o mirando en el armario despensero porque “yo he comprado cereales de esos”, o ayudando a alguno a coger la fregona porque ha tirado algo de nuestra poblada mesa.

Y siempre picamos: nos sentamos porque parece que todo está en equilibrio, que cada uno tiene lo que quiere y que no hay posibilidad de error, por lo menos no esta vez…

Piensas: “voy a ponerme la tostada” clic, dentro, ya están las resistencias al rojo vivo, ya está el pan cogiendo cuerpo y el calor justo, todo funciona, el café reciente y en su punto…y ¡zas!, ya tenemos la leche en el suelo, el bote de Nesquik con una cucharada escasa que no da ni para empezar, la última magdalena por la que se pegan, y la leche vacía cuando “yo juraría que he sacado dos litros”.

¿Qué ha fallado? Pues no sé, pero creo que esto es una ley que merece un cálculo matemático, o dos o tres fórmulas de física cuántica. El CERN debería venir a mi casa y observar el proceso, a ver si averiguan el porqué del fenómeno, pero vamos el Bosón de Higgs estuvo chupado al lado de esto…

La tostada espera pacientemente en el tostador a que vuelvas, pero lleva ya mas de cinco minutos, y está más seca y fría que el “ojo de tía Pascuala” (expresión que usa mi madre ante algo deshidratado y cuando preguntas: “¿quién era la tía Pascuala?” la respuesta: “¡una, que tenía el ojo seco!”).

Pero eso se acabó, porque nuestro nuevo tostador tiene un botón, que mi marido y yo hemos denominado “especial para padres” ¡que mantiene calientes las tostadas! Y la verdad es que ahora, estamos más relajados, si se enfría no pasa nada, botón mágico y a disfrutar de nuestro desayuno.

Me encanta desayunar, y dado que durante la semana madrugamos mucho y desayunamos a marchas forzadas, el fin de semana es un buen momento para desayunar juntos y para tomar todo con relax, sobre todo la tostada ;).

¡Feliz semana!

 

¡EN BUENA HORA!

 

¡En buena hora se me ocurrió comprar a los niños unos relojes! No sé de qué me quejo, porque es culpa mía. Yo cogí en Carrefour, con los puntos Star Wars, esos relojes digitales de BB-8 y del soldado imperial/clon o no sé qué…

Pues los relojes en cuestión, no sólo han alimentado el «frikismo» de mis hijos, sino que les ha convertido en una carta de ajuste andante, no paran de darme buena cuenta del momento exacto del día en el que nos encontramos:

  • “Mamá, son las tres y treinta y seis”
  • “Ah, muy bien hijo”
  • “¡Ya son y treinta y siete!”
  • “Muy bien, ¿por qué no recoges tus juguetes?”
  • “¿A qué hora? ¿A y treinta y ocho?”

PicsArt_11-03-05.42.26Ahora se interesan por el horario: “mamá ¿a qué hora cenamos?” y si quedan quince minutos, ahí tengo al nene diciéndome la hora hasta que llegue el momento de cenar. Y esos minutos se hacen muy largos con un enano que te persigue diciéndote la hora cada minuto. Y hacen cálculos: “mamá, ¡quedan diez minutos, vamos a llegar tarde!” (bueno, por lo menos los relojes les están fomentando el cálculo mental y la puntualidad, cosa que considero positiva, no sea que sean tan poco objetivos con el tiempo como su madre).

Alguna vez se me ha pasado por la cabeza un pensamiento fugaz, en el que agarro el relojito y lo lanzo hacia la luna. Y en voz alta se me ha escapado un ¡maldita la hora! (nunca mejor dicho)

Tal es el hartazgo que he demostrado hacia el reloj, que mi hijo mayor me dijo: “mamá, tranquila que ya no te voy a decir la hora todo el rato, sólo cuando tú me lo preguntes” Como podéis imaginar, yo no pregunté ni una sola vez, y mi hijo me miraba nervioso, y miraba su reloj, y me suplicaba con la mirada que le preguntara la hora… “mamá ¿quieres saber la hora?” Tuve que contestar que sí, para reducir su nivel de ansiedad.

Ahora tengo al pequeño diciéndome la hora cada 2-3 minutos, y al mayor preguntándome si quiero saber la hora cada 2-3 minutos. 😉

Parece que poco a poco se les pasa la novedad, a ver si pasamos del ¡en buena hora! al ¡enhorabuena!

¡A disfrutar del fin de semana!

 

La palma

Hace unos meses, me enviaron un vídeo sobre la grasa de palma, que me dejó un poco impactada.

PicsArt_10-15-11.20.00Empecé a mirar los productos que compraba y me di cuenta que muchos de ellos llevaban grasa de palma (galletas, hojaldre, patatas, bollos…)

Como mis hijos me veían mirando ingredientes y dejando cosas de nuevo en la estantería, me preguntaron por qué y les comenté que teníamos como reto no comprar nada que tuviera grasa de palma.

La palabra reto es mágica para los niños (igual que para mis hijos son mágicas merienda-cena y sorpresa) y se lanzaron por el pasillo de bollería industrial, buscando la palma en los ingredientes… Se quedaron solos, porque todo tenía palma: magdalenas, tienen palma; panes de leche, tienen palma; galletas de chocolate, tienen palma… Vamos, todo lo que les encanta tiene palma. Cada vez estaban más indignados «¡todo tiene palma, mamá!» «bueno, ya será menos, ¡mirad estas tortitas de avena integral, no tienen palma!»

Os prometo que yo me había propuesto ser flexible, pero eran ellos los que no dejaban de mirar en todo lo que comprábamos, y los que reintegraban los productos con palma a su sitio. En parte agradecí el reto, porque dejamos mogollón de «guarrerías» sin comprar, y ya no han vuelto a entrar en casa. Desde aquel día, sin necesidad de que nadie les diga nada, ya no paran de mirar los ingredientes a todo. Estando hace poco en Ahorramás, que te hacen ofertas en la línea de caja, nos dice la cajera: ¿queréis llevaros las berlinas de chocolate por un euro?» y en vez del simple «no, gracias» mis hijos dijeron: «no, porque llevan palma, ya lo hemos mirado» la cajera me miraba, y no entendía…

PicsArt_10-15-11.56.44Pero el colmo ha sido el sábado en el mercadillo, donde fui con mi hijo para comprar fruta. Pasamos por el típico puesto que tiene encurtidos chucherías, y bollería industrial. La experiencia ya les dice que la palma está presente en todos y cada uno de esos bollos que les encantan. En el puesto había una persona esperando y otra siendo atendida, y mi hijo, se colocó frente al puesto y soltó a voz en grito: «¡tooooooodo lo de este puesto, tiene palma!, ¡TODO! ¡la palma es malísima!» La tendera me miró con odio, como diciendo: «¡sujeta a tu hijo, perroflauta!«, una persona abandonó el puesto y la otra no sabía si pagar las bombas adquiridas… mientras mi hijo seguía diciendo: «¡todo, todo…!» como un poseso…

Lo que sí he aprendido es que no hay nada como que los niños sean los que tengan las normas interiorizadas, las cumplen que da gusto y, si pueden, las hacen cumplir… 😉

¡Feliz semana!

Ratón Pérez

ratoncito-perezA mi hijo pequeño, el que alguna vez os he contado que es la versión 3.0, se le ha caído un diente.

No es el primero, ya se le cayó un diente en verano y el Ratón Pérez, previsor como el solo, le trajo una figura de Playmobil. A pesar de estar de vacaciones en el pueblo, detectó el ratón la caída del diente.

Como estábamos con mis padres y mi abuela, le dieron dos euros por eso de que se le había caído su primer diente, y con ese dineral se dispuso mi retoño a comprarse alguna cosilla de su gusto. Y ahí se da cuenta mi enano de que con dos euros poco puede hacer: un boli no muy florido, un paquete de cromos, post-it con formas… vamos, para casi nada, y por supuesto todo lo que quería era de tres para arriba…

Con este segundo diente, el Ratoncito ya sólo le dejó dos euros a cambio del diente, que mi hijo había dejado cuidadosamente apoyado en una servilleta. Cuando se despertó, fue corriendo a nuestra habitación: «¡papá, el Ratón Pérez me ha traído dos euros!» bueno, hasta aquí, todo normal…

Pero, mientras su padre preparaba el desayuno, oigo que dice a su hermana; «¡el Ratoncito Pérez me ha traído TRES euros

¿Eh? ¿cuánto? pondría la mano en el fuego porque el ratón puso sólo una moneda… «hijo, pero ¿no eran dos euros?» «No mamá, he levantado la servilleta y había un euro debajo» Mi hijo mediano asentía: «sí mamá, había un euro debajo de la servilleta»

También había una hucha de cerdito espanzurrada cerca, porque el enano había puesto un euro de sus ahorros, ya que sabe que con dos se come los mocos. Y también sabe que si me dice: «¿puedo sacar un euro de mi hucha para completar la roñez que me ha traído el rata este?» yo le habría dicho que no, que hay que conformarse con lo que tenemos y que… bla, bla, bla… Así que, ha preferido no arriesgar.

Ahora que también os digo que con tres euros, la cosa no ha ido mucho mejor… ¡está la vida muy cara!

¡Feliz semana!

 

Momento épico

Sí, hoy he tenido un momento épico, de esos que te hacen saltar de alegría, y no sé si a vosotros os parecerá tan emocionante como a mi, pero ahí va…

PicsArt_08-29-11.51.39El día ha empezado con una mínima planificación, anoche habíamos pensado que iríamos al Museo Sorolla, pero no teníamos muy claro a qué hora salir, y entre recoger y por ahí, se nos han hecho las 12:00. Preparo mi mochila de excursiones, y sus abono transportes y ¡allá que nos ponemos en marcha! En Bankia (que hemos ido a cargar los abonos) el pequeño ha empezado a moverse de acá para allá, abriendo la puerta automática una y otra vez… «¡nos vamos a casa ¿eh?» (mis enanos son como la selección española de fútbol: empiezan mal, creemos que vuelven a casa y al final ganan el Mundial). La amenaza ha funcionado (básicamente porque hemos hecho un buen trecho de vuelta) y nos hemos ido al metro. Ya sólo con el metro, mis hijos tienen una excursión apasionante porque les chifla viajar en transporte público (*).

PicsArt_08-29-11.53.31Sobre la una del medio día, hemos llegado al Museo Sorolla. Os recomiendo este museo, a mis hijos les ha encantado (tienen 10, 8 y 6 años). Está bien porque es la casa del pintor, en el Paseo General Martínez Campos (el centro de Madrid, Metro Iglesia) y además de sus maravillosos cuadros, se pueden ver las estancias de la casa, decorados con los muebles de la época. Tan bien colocados, que mi hija ha visto, en el estudio del pintor, un mullido sofá y se ha aposentado como si estuviera en su casa, ya nos han explicado muy amablemente (en serio, muy amablemente, no es ironía) que no se podían usar las sillas ni el mobiliario.

La entrada de los niños es gratuita (creo que por ser familia numerosa), y mi entrada ha costado 3€, así que he decidido que iríamos con audio-guía (2,5€ cada una). Me lo he pensado, porque no sabía si aguantarían todo el «rollo», pero se han escuchado todo lo que la audio-guía tenía que decir, y pacientemente iban presionando el número de cada cuadro y cada sala. Estaban encantados en el jardín, mirando los cuadros, los pinceles, las esculturas, la familia de Sorolla… Desde luego que el museo les ha re-chiflado. Y os estaréis preguntando: ¿y el momento épico?, pues ahora viene…

Como se ha hecho más tarde de lo que yo esperaba (hemos estado dos horas dentro del museo) nos hemos ido a comer al Burguer King que está de camino al metro, y después de comer nos hemos ido a casa, por donde habíamos venido.

Pero… al salir del metro y aproximarnos a las escaleras de salida, cuando estábamos a punto de subir a calle, hemos divisado a un surtido grupo de personas que se arremolinaban sin decidirse a salir ¿qué sucederá en la puerta? ¿por qué no se animan a desalojar la estación? el pequeño se ha acercado y dice: «¡mamá, está cayendo el diluvio universal!» jarreaba, caía la del pulpo y entonces, aquí llega el momento épico, es la primera vez (y no exagero) que me pasa algo como esto, he agrupado a mis polluelos y les he dicho toda orgullosa: «¡tranquilos, mamá ha traído chubasqueros para todos!» sí amigos, sí. Por primera vez, en los años que llevo recorridos en la maternidad, he sido previsora y llevaba en la mochila (con la que he ido cargando todo el día) aperos que he utilizado.

¿No os ha pasado que moquean y no lleváis pañuelos? ¿que llueve y no lleváis paraguas? ¿que tienen sed y no lleváis agua? ¿que se cagan y no lleváis toallitas? ¿no os ha pasado que cuando vais cargadas con pañuelos, paraguas, botellas y toallitas ni moquean, ni llueve, ni tienen sed ni se cagan? pues a mi sí, todos los días de los diez años que llevo siendo madre… ¡¡¡¡¡¡¡hasta hoy!!!!!! 

Madre mía, cómo me miraba la gente, y yo les quería decir: «no os fiéis de las apariencias, yo no soy la madre previsora que creéis que soy» pero he disfrutado mi momento épico. He cubierto mi mochila y hemos salido, como campeones, bajo la lluvia, con nuestros chubasqueros, sin miedo a mojarnos, dando saltos de alegría, porque los niños tampoco se creían lo que estaban viviendo. Tanto es así, que hoy me he dado cuenta que el chubasquero del pequeño es rosa, pero a él le ha dado igual, tenía chubasquero y eso era lo importante. Por cierto, que he visto que mis amigas de Minilove, tienen unos chubasqueros muy monos por 9,95€

¡Feliz semana lluviosa! (para mi, la última de las vacaciones 😦 )

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(*) Un apunte, para las que sois de Madrid y usáis el transporte público. Hoy he ido a cargar el abono y he visto la posibilidad de cargar un bonometro (10 viajes) en el mío. Pero si cargáis un bonometro en un abono transporte personal (el que tiene la foto) sólo lo puede usar el titular, para poder utilizarlo por distintas personas (como yo, que he pretendido que pasaran los dos mayores con el bonometro, y el pequeño ha pasado con su abono transporte, que es gratuito hasta los 7 años) tenéis que tener una tarjeta Multi.

¡Tierra trágame!

Esos momentos de vergüenza total, se acentúan con la maternidad/paternidad.

Pataletas en medio de la calle (que hay que ignorar, aunque te estén mirando tres o cuatro personas con cara de reprobación, mientras asienten), verdades como puños que ofenden («mamá en el ascensor no, que ese vecino está muy gordo y no cabemos«) y situaciones diversas y encantadoras que te hacen pedir a la tierra que te absorba rápido, aunque dejes al niño allí, solo ante el peligro.

PicsArt_08-17-01.24.38Una situación de estas se produjo la semana pasada cuando, buscando algunas cosillas para decorar la casa, entré con mi familia al completo en Maisons du Monde. Nunca había entrado porque pensaba que vendía muebles grandes y que era una tienda cara (¡qué tendrá el francés! si se hubiese llamado Casas del Mundo, tal vez ya habría entrado…) y resulta que me encantó.

Cuando entras en un sitio donde los niños se creen que pueden tocar todo, porque está dispuesto como si fuera para disfrutar allí mismo, no tienes ojos ni brazos para retenerlos. La tienda a la que fuimos tenía dos plantas y al entrar se dispersaron como ratones, se llamaban de una planta a otra: «ven, mira cómo mola esta manta pelusilla» «yo primer para sentarme en esta silla de colores» (con discusión entre ambos, incluso algún intento de agresión física) «mira mamá, este puff peludito es mi sueño» (para representar que le gustaba, cogió el puff que estaba perfectamente colocado en un rincón de una habitación monísima, y en medio de la tienda se tiró encima como si estuviera en un combate de la WWE).

PicsArt_08-17-01.35.33En estas, su padre y yo intentando escoger una lámpara, y jurándonos que no volveríamos a pasar por el trance de llevar a nuestros vástagos a una tienda de decoración (esta promesa ya nos la hicimos la última vez que estuvimos en Ikea, pero es difícil de mantener… Se te olvida el mal trago, hasta que el «déjà vu» te refresca la memoria).

Hubo un momento que fue el realmente complicado: tengo un hijo que hace música con todo lo que pilla, siempre aporrea los recipientes en el supermercado para descubrir su sonoridad y, si le gusta, entonces saca el Ringo Starr que lleva dentro. Pues ese baterista en potencia que tengo en casa, cogió no sé qué palo de no sé dónde, y empezó a tocar sutilmente los vasos de un estante. Poco a poco empezó a dar con mas fuerza (fue entonces cuando me di cuenta) y, dejando lo que estaba haciendo, fui histérica a decirle: «¡¡¡¡¡¡deja esoooooooo!!!!!!, pero no te das cuenta que puedes romper los vasoooooossssss» y ante su cara de estupor, añades una píldora educativa que en ese momento no sientes, porque lo que temes es que la líe parda: «¡¡y te cortas si se rompe un vaso, de los doscientos de la estaríaaaaa!!» (así por lo menos parece que velo por su integridad física y no corto su creatividad…) y en el acaloramiento, empiezo a escuchar una voz, desde el piso de arriba que dice: «Por favor, la señora que está gritando a su hijo, que venga un momento. Sí, sí, usted, la que está peleando con su hijo, que me haga caso» Mi hijo pequeño me llamaba, de una manera encantadora, y había por lo menos cinco personas mirando, tanto al niño-megáfono, como a la madre-regañona¡Tierra, trágame!

Aunque no sé si me dolió más que llamara la atención sobre mi regañina o que me llamara señora 😉

¡Feliz final de semana!

 

 

Outfit de verano

El verano se convierte en un momento del año relajado, en el que podemos aprovechar para que nuestros pequeñuelos ganen en autonomía. Estamos más tranquilos, nos dejamos llevar… Y no creáis que os voy a dar consejos de cómo vestir a los niños o cómo vestirnos nosotras… ¡No! lo que os quiero contar es cómo mis hijos han sacado su vena «fashion» porque les he dejado libre albedrío a la hora de elegir el modelito diario.

COMBINACIÓNMis enanos van al cole con uniforme y, para ellos, ponerse «ropa de calle» es casi la pura felicidad. Sacan su creatividad a pasear cada mañana y eligen su ropa con un criterio que no sé si definir como: hortera, creativo, cómodo, urbano o todos a la vez. Tienen un «ojo enfrente del otro» (esta expresión es de mi invención, como cuando cantan de pena se dice que tienen un oído enfrente del otro…)

Me he planteado que he parido tres daltónicos, por la mezcla imposible de colores, pero es algo casi exclusivamente masculino, y mi hija también combina de pena, luego el problema debe ser otro…

Mi hijo mediano se plantó el otro día con su equipación de baloncesto y chancletas, deportivo y playero a la vez. El pequeño se empeña en ponerse pantalón corto con calcetines de invierno hasta la rodilla. La mayor mezcla lunares con flores, pulseras a porrillo y se hace su coleta con bollos… Nada, nada, tan contentos que van, y su madre que les deja. Porque, aunque a veces no puedo evitar poner cara de horror, la verdad es que me gusta que se vistan solos y, si la cosa no es del todo extravagante, allá que van ellos con el outfit que han elegido. Aunque algún día me he pasado unas ganas tremendas de soltar esa frase de madre: «pero… ¿tu dónde crees que vas con esas pintas?»

¡Feliz semana de vacaciones! (por lo menos infantiles)

 

Marcas

Iba yo el otro día a trabajar y al sentarme en el autobús, noté que tenía la cara un poco tirante en el carrillo derecho. Mi hija, al darme un beso (post-lavado-de-dientes) me había dejado marca en la cara. Esas marcas son de ida y vuelta, porque por mi parte también les dejo marcados los labios sin darme cuenta y cuando veo el rojo en la mejilla, me asusto pensando que se han golpeado… ¡ay no, es sólo una marca!

PicsArt_1492438047922Hay otras marcas de guerra que se quedan en la piel de los retoños y ya pueden pasar años, seguirán recordando cómo y cuándo se hicieron esa herida. Mi hijo pequeño va hecho una auténtica pena, tiene heridas para todos los gustos: raspones, granos rascados con fruición, golpe en la barbilla por querer saltar una valla… Y se los enseña hasta a la cajera del Ahorramás: «mira, mira, me caí ayer en el fútbol»

También hay marcas matutinas, esas que por mucho que hagas la cobra, intentando eludir los morretes de Cola-Cao a la altura del ombligo en los abrazos de despedida infantiles, son un clásico. Y normalmente, cuando te das cuenta que te han marcado, ya estás en la oficina y no te puedes cambiar. Agradeces que sea una mancha de leche y no de mocos, que también es una marca típica (más propia del hombro) cuando coges a un enano en pleno berrinche y le consuelas ¡zas, ahí queda la marca! y esa sí que no la detectas fácilmente. Normalmente la detectan otros, que es más vergonzoso cuando alguien te pregunta, tocando la mancha: «¿qué es esto? ¿con qué te has manchado?» y mientras rascas con la uña, contestas: «ah, pues no sé…» (lo sabes perfectamente, pero bueno… como ya está seco, no es tan grave que lo haya tocado).

PicsArt_1492436417917La suciedad también deja unas marcas muy chulas. Todos hemos puesto a nuestros hijos una preciosa camisa blanca para darnos cuenta que se mancha con mirarla. Yo es algo de lo que siempre me arrepiento al milisegundo (tiempo que tardan en mancharse). Y ellos van tan contentos con sus manchas, y se revuelcan sin complejos con lo que lleven. Al terminar de bañarse, dejan un buen cerco de suciedad, eso es porque el día ha merecido la pena.

Por último, hay marcas que enamoran, como esta de la que os voy a hablar ahora: minilove. Como dice en su web: «Minilove es un minimundo creado por Cristina y Laura. Madres, emprendedoras, mujeres y soñadoras que han imaginado un minimundo en el que los niños puedan llevar prendas que no les limiten sus movimientos y que fomenten su imaginación»

logo MINILOVE

Tienen auténticas preciosidades, os invito a que os deis un paseo por su web, ahora que vienen comuniones y otras celebraciones, es un buen momento para comprar alguna de las monadas que proponen.

¡Feliz semana!

 

Cena «romántica»

Pasar de «cena romántica» a cena «romántica» es fácil. Sólo hace falta estar un pelín desesperada ante la posibilidad de los niños bañándose despacio, cenando tranquilamente y rondando por ahí mientras su padre y yo esperamos (sin dormirnos) a que ellos sucumban por fin.

La tarde se presentaba más bien movida. Mi marido y yo queríamos celebrar un aniversario informal, cuando los niños estuviesen acostados.

Pensé un menú chulo y fácil: con carne picada y queso azul hice unas hamburguesas y un rico postre con mango (ver receta aquí).

vinoPero ya en el supermercado, las fieras estaban descontroladas, para amansarlas dije: «chicos, tenéis que ayudarme en la compra y en casa cuando lleguemos, porque hoy quiero preparar a papá una cena romántica«. Pues dicho y hecho, aquello fue mano de santo, rápidamente se pusieron en marcha: uno a por la albahaca, otro a por los yogures griegos, ayudamos a llevar las bolsas… Y no paraban de decir: «vamos mamá, que hay cena romántica»

Todo iba sobre ruedas, se fueron a bañar enseguida y en menos de diez minutos los tenía a los tres dispuestos a ayudar. Me pidieron preparar la mesa. Ya les empecé a informar de que era mejor que se esfumaran (ellos ya habían cenado) pero no había vuelta atrás. Mi hija mayor se erigió como maître de nuestro improvisado restaurante, y los dos pequeños se pertrecharon con un par de servilletas a modo de lito de camarero.

Cuando llegó mi marido, ellos estaban preparando la mesa y ya no había manera de que se fueran. No nos dejaban pasar al salón, donde preparaban la sorpresa. En una de estas, el pequeño se pilló la mano con la puerta, y hubo un retraso de unos diez minutos (consuelo, hielo… y parece que el camarero se tranquilizó).

Cuando por fin teníamos las hamburguesas hechas y el postre montado, nos dejaron entrar y ver lo que nos habían preparado: toda la mesa llena de fotos que recopilaron por toda la casa, los pequeños de camareros y con unas revistas: «para que os entretengáis mientras esperáis»  (pero… ¿cuánto pensáis tardar?) Allí les tuvimos toda la cena, sirviéndonos y preguntado qué tal estaba todo. No fue todo lo romántica que esperábamos, pero fue genial.

¡Feliz semana!